EL AWECH DELA NOTICIA

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viernes, 16 de octubre de 2015

¿Es tan horrible estar con nosotros mismos?


¿Qué nos está pasando que ya no nos soportamos y menos a las personas de nuestro entorno?


Como una cobija protectora nos refugiamos en el móvil para los momentos incómodos, para fingir que no vemos a una persona o simplemente para no entablar comunicación y mucho menos contacto visual con el mundo.

Tal vez solo preguntemos la clave del wifi y de resto, silencio total, solo se escucha el sonido de las notificaciones y el actualizar segundo tras segundo del celular, como si la próxima vez llegara la noticia que nos cambiará la vida, pero no, no es así.

¿En qué momento decidimos ser ermitaños en la urbe?

Acaso fue algo involuntario que nos pasó como tantas cosas en la vida y cuando nos damos cuenta ya somos dependientes de la tecnología.

Si llegamos a un lugar antes que nuestro acompañante, el teléfono es nuestra protección ante los atrevidos que podrían saludarnos o intentan entablar alguna plática.

Las filas de los bancos son menos angustiantes y menos riesgosas, evitamos que el de junto se atreva a preguntarnos siquiera del clima o el tráfico.

La espera de los semáforos es menos larga o se han acortado los tiempos, pues más de una vez he tenido que tocar el claxon para avisar al de adelante que el verde ya apareció pues está tan clavado en la cueva del móvil que no se da cuenta.

Es oficial, estamos aislados. Irónicamente presumimos que estamos cerca de todo, que la tecnología y el Internet han acortado distancias, pero yo me replantearía ese supuesto.

Y no, está reflexión no se basa en ningún estudio ni análisis minuciosos, pero sino me crees levanta la cara y voltea a tu alrededor.


Lic. Guadalupe Sosa Escobedo

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